Tradicionalmente, los grupos canoeros kawésqar de Patagonia Occidental y yaganes del archipiélago de Tierra del Fuego se valieron de canoas de corteza para desplazarse a través de la accidentada geografía del extremo austral. Parte importante de la vida cotidiana de estos grupos cazadores-recolectores transcurría navegando, por lo que dicha tecnología -que perduró sin grandes modificaciones por casi tres siglos- constituía un elemento fundamental de su cultura material: valiéndose de ella, las familias se trasladaban periódicamente de un campamento a otro llevando consigo sus perros, instrumental de caza y enseres, y manteniendo un fogón siempre encendido a bordo.
A fines del siglo XIX e inicios del siglo XX, sin embargo, ambos pueblos abandonaron simultáneamente este tipo de embarcación tradicional y la reemplazaron por una nueva tecnología: la canoa monóxila, es decir, fabricada en un solo tronco excavado. No está claro si el rápido proceso de incorporación se produjo en forma paralela o se registraron intercambios, pero sí que el uso de embarcaciones monóxilas tuvo historias muy diferentes en uno y otro grupo: mientras los yaganes no habrían tardado más que unas décadas en descartarlas para adoptar botes de modelo europeo, entre los kawésqar se mantuvieron vigentes hasta la década de 1960.
Dos canoas con historias que contar
Tanto la canoa de corteza como la dalca -embarcación de tablas cosidas empleada por los chonos entre la isla Grande de Chiloé y la península de Taitao, que fue incorporada por los kawésqar en el siglo XVIII- han captado poderosamente la atención de navegantes, exploradores y científicos. Las embarcaciones monóxilas, en cambio, han sido escasamente investigadas, probablemente por relacionarse con un período de intensa transculturación y degradación de estos grupos étnicos.
Una reciente investigación científica permitió acceder a antecedentes hasta ahora desconocidos sobre el origen, materialidad, características constructivas y contexto histórico de dos ejemplares monóxilos, pertenecientes a la colección etnográfica "Hombre Austral" del MHNV. La primera de ellas habría sido obtenida por oficiales de la Armada de Chile en Puerto Edén, en el marco de la primera expedición nacional a la Antártica, efectuada en 1947. Fabricado en madera de coihue, el ejemplar resulta consistente con la literatura etnográfica y el material fotográfico disponibles para este tipo de embarcaciones, bien documentadas para las décadas 1930 y 1940.
Respecto de la segunda canoa, los datos disponibles sugieren una historia bastante singular: podría tratarse de una réplica fabricada a fines de los años 1970 para una producción televisiva y no estrictamente de un ejemplar etnográfico. Por lo demás, presenta similitudes con un ejemplar recuperado en 1925 en el canal Beagle, pero que habría sido construido a fines del siglo XIX por un yagán de la Misión Anglicana de Ushuaia.
La construcción y uso de embarcaciones en el demandante territorio de los canales australes requiere de un conocimiento acabado de los recursos del bosque y técnicas de navegación, además de una lectura adecuada del paisaje local. Aunque nuevas tecnologías fueron introducidas y adaptadas en tiempos modernos, las canoas tradicionales se continuaron empleando entre los grupos históricos. Así, la incorporación de embarcaciones monóxilas modernas refleja su capacidad de adaptación durante una etapa de rápido e intenso cambio cultural y abandono progresivo del nomadismo, pudiendo ser concebidas como un elemento de resistencia de un modo de vida tradicional.
Descarga el artículo completo "Canoas monóxilas etnográficas de los nómadas canoeros de la Patagonia Occidental y Tierra del Fuego del Museo de Historia Natural de Valparaíso", por Diego Carabias Amor.