Entre las múltiples extravagancias que caracterizaron el gusto de la sociedad barroca, una que llama especialmente la atención fue la producción de "barros de olor", un tipo de cerámicas perfumadas a las que se atribuía una serie de propiedades estimulantes y profilácticas. Por su exclusividad y opulencia estética, estas fragantes figurillas se convirtieron en un bien suntuario altamente valorado por las élites hispanoamericanas y europeas de los siglos XVII y XVIII, para quienes llegaron a constituir elementos de distinción social.
Aunque su manufactura se extendió a distintos lugares del mundo -como España, Portugal, México y Panamá-, uno de ellos adquirió especial notoriedad, por el refinamiento sin igual de sus piezas y la fascinación que despertaba su singular origen: se trató del Monasterio Antiguo de Santa Clara de Santiago de Chile, en cuyos claustros cristalizó entre los siglos XVI y XX una tradición artesanal inédita, de raíces hispano-moriscas, pero modelada por manos femeninas y mestizas.
Las cerámicas de las clarisas comprendían diversos recipientes en miniatura de arcilla modelada, cocida, policromada, dorada y perfumada. Por sus dimensiones, no obedecían a un uso práctico, sino que correspondían a artefactos puramente decorativos, de alto valor simbólico, socioeconómico y cultural. Ello atraía hasta el convento a numerosos compradores -principalmente, miembros de la alta sociedad santiaguina-, varios de los cuales, con el tiempo, acumularon importantes colecciones de estas piezas.
Con el advenimiento de la República, las cerámicas de las monjas adquirieron un nuevo status, formando parte de las grandes exposiciones internacionales de artes e industrias. En el siglo XX, bajo la categoría de "arte popular", circularon a través de encargos y ventas en ferias, y los secretos de su fabricación fueron recogidos por mujeres seglares que prolongaron su legado hasta la actualidad.
Heredera de la tradición conventual
El Museo de Historia Natural de Valparaíso (MHNV) es una de las pocas instituciones museísticas del mundo que conservan cerámicas estilo "monjas clarisas" en la actualidad. El conjunto está conformado por 25 ejemplares adquiridos durante la primera mitad del siglo XX, en medio del proceso de reconstrucción de colecciones que la institución debió emprender luego del terremoto de 1906. Las piezas fueron elaboradas por Sara Gutiérrez, destacada ceramista de Santiago que, junto con sus hermanas y aprendices, heredó la antiquísima tradición femenina de las cerámicas perfumadas de las monjas. Sus creaciones se podían adquirir, principalmente, en las ferias navideñas que se realizaban en la Alameda de las Delicias, mientras que el resto del año eran distribuidas por distintos comerciantes en Santiago, Valparaíso y la zona norte del país.
Las miniaturas del MHNV se distinguen por sus milimétricas dimensiones, rica policromía con aplicaciones de dorado y finas decoraciones con motivos vegetales, geométricos y zoomorfos. La mayoría corresponde a representaciones de artículos de uso doméstico -vasijas de dos asas, mates, jarros, teteras, palmatorias, braseros y guiseras-, aunque también se incluyen tres piezas sonajeras muy sugerentes: un perro, un cordero y un chivo. Si bien se mantienen varios de los rasgos típicos de la antigua técnica monástica, se aprecia asimismo la introducción de ciertas innovaciones por parte de Gutiérrez, tales como la adaptación de las formas tradicionales, la incorporación del color verde azulado y la simplificación ornamental, tendiente a agilizar el proceso de fabricación.
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